EL CAMBIO HISTORIOGRÁFICO EN CHILE Y LA PREOCUPACION POR LOS SECTORES POPULARES

La historia no es sólo pasado, sino también y principalmente, presente y futuro. La historia es proyección. Es la construcción de la realidad futura[1]”.


Los historiadores clásicos del siglo XIX, como Diego Barros Arana, Benjamín Vicuña Mackena y Miguel Luis Amunátegui, en sus monumentales obras[2] centraron las investigaciones en temas políticos, bélicos y diplomáticos, donde los protagonistas de la historia eran los “grandes hombres”, se estaba en presencia de una historia de elite. Es solo hacia mediados del siglo XX, gracias a la historiografía marxista clásica, es que la historiografía chilena tiene una nueva mirada. Al respecto, Gabriel Salazar (2000) afirma:

“Sólo en 1948 el historiador Julio Cesar Jobet, denuncia que la Historia de Chile se había escrito en función de la pequeña oligarquía gobernante[3]

En Chile el estudio sobre los movimientos populares o el estudio de los sujetos descentralizados, se originan con los trabajos realizados por los historiadores marxistas clásicos, entre ellos: “Julio Cesar Jobet, Marcelo Segall, Hernán Ramírez Necochea, Jorge Barría Serón, Fernando Ortiz Letelier, Luis Vitale y Enrique Reyes[4]”. Una de las características generales de estos historiadores, fue su apego a la militancia política (activistas de la izquierda tradicional chilena) lo que llevó a la teoría marxista a ser el marco teórico y metodológico de sus investigaciones, “todos ellos otorgaron un lugar central al proletariado minero e industrial, de acuerdo al postulado de Marx que veía en este sujeto social la única clase verdaderamente revolucionaria de la sociedad capitalista[5]”. Esto se puede ver expresado cuando Hernán Ramírez Necochea sostiene que “el proletariado es en Chile –lo mismo que en todo el mundo– la clase a la que pertenece el porvenir[6]

Quizás muchos consideren repetitivo hablar sobre la historia social en Chile, y nombrar a los historiadores marxistas clásicos y la generación siguiente (Barría, Ortiz, Vitale[7] y Reyes). Aún más, reciben crítica de forma y fondo: Jobet, Segall, Ramírez, Vitale y Barría por la falta de profundidad en sus investigaciones, carencias metodológicas (referencias, especialmente Segall), el carácter ensayístico de sus trabajos (especialmente Jobet, Segall y Ramírez) su militancia, que juega como barrera a priori a la objetividad de sus investigaciones, o la visión lineal de la historia (Ramírez, Barría).

Frente a éstas surgen inquietudes tales como: ¿existen historiadores que no se comprometan con alguna tendencia política?, ¿hay algo negativo en sostener una postura política o una visión distinta a la tradicional mirada de los procesos históricos? o ¿el historiador debe ser más bien un sujeto a-político, que guarda distancia prudente de los acontecimientos que investiga y se restringe de emitir juicios?

Frente a estas preguntas, nos encontramos con la reflexión de Salazar (1999), orientando la visión que compartimos, cuando menciona que:

“La Historia de Chile "tradicional" -reconocida como tal por el profesor Villalobos- ha sido escrita por numerosos historiadores "para" y "desde" las élites de este país, y nadie discute a esos historiadores su deslizamiento subjetivo hacia esa perspectiva particular y no, por ejemplo, hacia la de los pobres o de la gran masa ciudadana[8]

Aunque las críticas antes enunciadas emanan efectivamente de un problema de carácter metodológico (la falta de fuentes por ejemplo), es imposible desmentir el aporte que han realizado los historiadores marxistas clásicos a la visibilización de los sujetos populares y su protagonismo en la historia de Chile. Tanto éstos como los historiadores de la Nueva Historia, han construido una temática historiográfica diferente, que se estructura desde abajo.

Lineamientos para un estudio sobre la historia laboral en Chile

En este sentido, no se pueden olvidar a historiadores que marcaron las pautas de la historia laboral o la historia de los trabajadores en Chile. En primer lugar, nos referiremos a Moisés Poblete Troncoso y sus investigaciones: “La organización sindical en Chile y otros estudios sociales (Ministerio de Higiene, asistencia, previsión Social y trabajo, Santiago, 1926) y El movimiento de asociación profesional obrera en Chile (Jornada 29, El Colegio de México, CES, México, 1945[9]”. Las temáticas abordadas por Poblete, orientadas a los aspectos institucionales y políticos de la organización sindical, serán las mismas que más adelante incorporarán los historiadores Jorge Barría Serón y Julio Cesar Jobet, pero desde un mirada ideológica opuesta.

El segundo historiador que mencionaremos es Domingo Amunátegui Solar, quien centró sus estudios en la “clase popular”. Una de sus obras es la “Historia social de Chile” que se publicó en un contexto de efervescencia social en 1932. Su aporte fue el reconocimiento de la existencia de dos historias paralelas: “conocida, vivida y escrita por el pequeño grupo de la elite dirigente[10]” y la que permanecía “oculta, desconocida y mayoritaria, y correspondía a las clases populares[11]

Un tercer investigador con aportes en el área del movimiento obrero chileno fue Ángel Calderón Barra, quien con una influencia marxista, generó textos como: “Transformación de la huelga económica en medio de la acción política contra el estado (concepción marxista[12]): legislación sobre huelga en Chile: evolución histórico social del movimiento obrero”. Este trabajo contiene un capítulo en especial dirigido a la evolución histórica social del movimiento obrero en Chile. Presenta una mirada de la historia que abarca desde el periodo colonial y expone que las condiciones sociales y económicas no permitieron una organización de los trabajadores.

Aristodemo Escobar Zenteno, en la década del 40 aportó con el texto: “Compendio de la legislación social y desarrollo del movimiento obrero en Chile”, desde una mirada afable a las vertientes revolucionarias y al anarcosindicalismo[13]. Quien más adelante continuará en esta línea de análisis es Luis Heredia en su texto “Cómo se construirá el socialismo”, quien lo complementa con relatos testimoniales. Por su parte Tulio Lagos Valenzuela en “Bosquejo histórico del movimiento obrero en Chile”, afirmaba que en 1830 la mayoría de la población no había tenido protagonismo[14]. De igual forma describe el origen de la llamada cuestión social y del comienzo de la FOCH[15].

Los autores antes mencionados hicieron el intento de reconstruir la historia de los trabajadores, dando con ello los primeros pasos en estudios de este tipo, cuyos enfoques variaron en el tiempo. Los autores ya mencionados junto a la historiografía “marxista clásica”, dieron “voz” a los sujetos “sin voz”, cuando éstos comienzan a ser rescatados de las aguas subterráneas de la sociedad chilena, rescate que se mezcla con la ideología marxista, que identifica a historiadores (como los mencionados anteriormente Julio Cesar Jobet, Marcelo Segall, Hernán Ramírez Necochea, Jorge Barría Serón, Fernando Ortiz Letelier, Luis Vitale y Enrique Reyes), unos más radicales que otros políticamente. Sin el interés de los mencionados autores, el estudio del sujeto popular en Chile, hubiera tardado mucho más tiempo en hacerse efectivo.

Paul González Moreira




[1] GREZ S. - SALAZAR G. (1999), Manifiesto de Historiadores, LOM Ediciones, Santiago de Chile, p. 19.
[2] Por ejemplo, Barros Arana y sus 16 tomos de la Historia General de Chile
[3] SALAZAR, G. (2000), Labradores, peones y proletarios, formación y crisis de la sociedad popular Chilena del siglo XIX, LOM Ediciones, p. 7.
[4] GREZ. S.: “Escribir La Historia De Los Sectores Populares. ¿Con o sin la política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile siglo XX)”, En Revista Armas de la Critica, Nº 8, p. 2
[5] RAMÍREZ H. en GREZ. S.: “Escribir La Historia De Los Sectores Populares. ¿Con o sin la política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile siglo XX)”, En Revista Armas de la Critica, Nº 8, p.3
[6] Ibídem.
[7] En el caso específico de Luis Vitale, participó del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
[8] SALAZAR, G. Sobre unas críticas indirectas a la “Historia contemporánea de chile”, El Mercurio, Artes y Letras, 6 de junio de 1999.
[9] ROJAS, J. (2000) “Los trabajos en la historiografía chilena: balance y proyecciones”, Revista de Economía & Trabajo, Nº 10, p. 49.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] Memoria de prueba en Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Chile, Santiago de Chile 1937.
[13] ROJAS, J. (2000), Op.cit. P. 49.
[14] Ibídem.
[15] Federación Obrera de Chile
[16] CROCE, B. (1942), La historia como hazaña de la libertad. México, FCE.
[17] FUENTES, M. (2007) Gabriel Salazar y la “ NUEVA HISTORIA” Elementos para un polémica desde el Marxismo Clásico (Exposición y Debate) , Ediciones Clase contra clase, Santiago de Chile, p. 58.
[18] Ibídem. p. 69.
[19] GREZ, S. Op.cit. p. 3.
[20] FUENTES, M. Op.cit. p.60.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem.